Tener talento, es contar con un don especial; y en todos nosotros, les aseguro sin riesgo de equivocarme,
al menos habita uno. Sin embargo, conozco a muchos grandes talentosos que, por carecer de amor propio,
no logran ni andan cerca de alcanzar su mayor potencial e, incluso, viven a la sombra de otros menos talentosos pero más seguros y perseverantes.

También se sabe que muchísimas veces, a causa de un acontecimiento aparentemente triste o fortuito,
esas personas descubren que en ellas habitan capacidades que jamás se atrevieron siquiera a imaginar.
Pero, ¿por qué rozar los extremos para conseguir percibirlos? ¡¿Por qué?! Mejor revisemos en lo profundo
de nuestro interior qué amamos hacer, y avancemos con genuina pasión, con completa incondicionalidad y con sumo placer.

Arranquemos ahora: Llevá a cabo lo que amás, procedé de manera natural, que, si lográs buenos resultados
y a la vez notás reciprocidad en el prójimo, estaremos hallando una de las gracias divinas que habitan en vos.
Intentá entonces viajar a tu interior para descubrir tu propio poder y tus propias capacidades, que sin duda existen; quitate tus telas de araña, y desarrollalas. Y tarea casi cumplida.

¿Casi? Porque cuando descubras tu gracias divina, necesitarás evitar confundirte. Exacto, porque reconocer
cierto don no equivale a pecar de exceso de autoestima. De ninguna manera. Cuidado, que eso puede resultar
nocivo para vos y tu entorno afectivo. La sobrestimación de uno, lejos de facilitar y beneficiar las relaciones,
dificulta los vínculos, porque convierte a sus portadores en seres tiranos, intolerantes, déspotas.
Por considerarse omnipotentes, algunos de los personajes en cuestión comúnmente se terminan transformando
en individuos infelices, puesto que sienten que la vida no les viene otorgando todo lo que consideran merecer.

Cuando reconozcas tus talentos y aprendas a dominarlos, el viento soplará a tu favor, pero antes buscá un sano equilibrio.
Al don especial hay que saber celebrarlo y ponerlo pronto al servicio de los demás. La esencia humana, tu esencia, te lo agradecerá.

Claudio Maria Dominguez